15 May




EL ALMA

                     

 

 

            

“No tienes alma… eres un alma, 

tienes un cuerpo, temporalmente”.

 

 

 ¿Qué es el alma?

El alma es una entidad abstracta, parte inmaterial que, junto con el cuerpo, constituye al ser humano.


 

 

 

¿Para qué sirve el alma? ¿Qué hace? Principalmente, el alma es donde se realizan las actividades mentales: donde se sienten las emociones, donde se toman las decisiones, donde se experimentan las sensaciones, donde se almacenan los recuerdos y la personalidad de una persona, y donde se produce el razonamiento.

 

Según la hipótesis del alma, algunos sucesos mentales provocan sucesos físicos. Por ejemplo, la sed (un suceso mental que tiene lugar en el alma) hace que gires la cabeza para buscar una botella de agua (un suceso físico que tiene lugar en el mundo). Pero los sucesos mentales pueden también provocar otros sucesos mentales. La experiencia visual de una botella vacía hace que tomes la decisión de ir a buscar agua, lo que posteriormente activa el recuerdo de la ubicación de la fuente de agua. Éstos son tres sucesos mentales que tienen lugar en el alma.

 


 

¿Cuáles son las características históricas del alma?

 

La psicología como ciencia se erige sobre un concepto tan poco científico como “el alma”, un concepto fundamental en el pensamiento occidental y que, desde su categoría de mito, se inserta en la filosofía, recorriéndola a lo largo de toda su historia. En sus orígenes prefilosóficos y homéricos, el mito del alma es un concepto emergente y disperso que, antes de pasar a convertirse en el principio de la inmortalidad atrapado en la cárcel del cuerpo, propio de la corriente órfica y de la escuela pitagórica, carece de una denominación clara.

 

En los filósofos milesios el alma es un principio vital extensivo a la materia en su totalidad, que terminará desarrollándose como principio de movimiento y de sensibilidad, de conocimiento, por tanto. La asociación del alma con el conocimiento dará lugar a una teoría selectiva y aristocrática, en la que sólo alcanzarán la inmortalidad las almas que logren un conocimiento racional, que encontrará su máximo nivel de exposición en la teoría platónica. En oposición a esta concepción y asociada al materialismo, el atomismo ofrece una teoría subjetivista de sensaciones en una línea empírica más próxima a lo experimental. En esta misma línea, Aristóteles insistirá en el tratado de las sensaciones sin abandonar tampoco la concepción tripartita platónica del alma. El hedonismo esbozará, por último, una teoría homeostática de la sensación como búsqueda de placer.

 

Cuando hablamos de la psyché, de la actividad humana, de la conducta o de la motivación, estamos sobreentendiendo una de las dos siguientes posibilidades o hipótesis. Según la primera hipótesis, el principio de la acción humana reside en su materialidad corporal, lo que equivale a afirmar que la materia es intrínsecamente activa. Es la explicación del hilozoismo que hallamos en los filósofos milesios. Según la segunda hipótesis, el principio de la acción humana no se deriva de su materialidad puesto que la materia es considerada inerte y necesita, por tanto, de un principio motor ajeno a la propia materia. Pero aún dentro de esta segunda hipótesis debemos distinguir otras dos posibilidades: que la actividad del cuerpo se deba a un principio inmaterial e inmortal de carácter individual que penetra y que habita en el cuerpo, un principio al que denominamos alma. Es la explicación del orfismo, del pitagorismo y del platonismo; o que la actividad de los cuerpos se deba al influjo de fuerzas extrínsecas, siendo estas simples piezas de una gran máquina. Es la explicación del mecanicismo, que encontramos por primera vez formulada en el atomismo (y que dentro de la psicología actual estaría representada por el conductismo)  

 

El sentido etimológico del término psicología es el de tratado o estudio del alma. Alma, en efecto, es la traducción consagrada de la palabra psyché desde que la obra fundacional de la ciencia que hoy denominamos psicología, Peri-psyché de Aristóteles fuera traducida al latín como De anima, y al castellano como Del alma. Sin embargo, con la traducción de psyché por alma hemos adelantado bien poco en términos científicos, porque alma es un término evanescente cargado de un contenido religioso y de un poder místico capaz de liberarnos de la angustia de la finitud, pero insuficiente para aclararnos algo respecto al contenido de la ciencia que estudiamos. Alma es, simplemente, un término mágico que, por hacer referencia a un principio inaprehensible, escapa a toda posibilidad de verificación, siendo, por ello, ajeno por completo al ámbito del conocimiento científico.

 

Pero, entonces, podemos preguntarnos, ¿de qué trata la Psicología, ¿cuál es su objeto?; e incluso podemos ir más allá y preguntarnos si la Psicología es, verdaderamente, una ciencia. A tal o a tales preguntas podríamos responder afirmativa o negativamente y la afirmación o la negación dependerá otra vez de una nueva traducción, en esta ocasión del término alma. Podemos traducir alma como mente, como principio de volición, de acción o de conducta, como conciencia, como inconsciente, como identidad o personalidad, o bien como conocimiento. Y así, dependiendo del sentido que atribuyamos al término alma diremos que la Psicología es la ciencia de la mente, la ciencia de la conciencia, del inconsciente, de la conducta, de la personalidad o del conocimiento.

 

Para superar la ambigüedad habrá que remontarse a una serie de relaciones originarias del término psyché. En primer lugar, a la relación psyché-muerte, dentro de la cual se incluyen las relaciones de la psyché con la vida y con el sueño, lo que, desde una perspectiva actual, podría relacionarse con una teoría del inconsciente. En segundo lugar, a la relación psyché-cuerpo, traducible en términos actuales a una teoría de la identidad o, si se quiere, de la personalidad e incluso de la conducta. En tercer lugar, tendríamos la relación psyché-conocimiento, que podríamos relacionar con las teorías cibernéticas.

 

Existen argumentos filosóficos a favor de la hipótesis del alma. Los más importantes son los de Platón y Descartes.

 

• Los dos defendían que el conocimiento es innato, aunque para Platón eso significa que las ideas las conoce mi alma desde antes de estar unida al cuerpo, mientras que para Descartes significa que las ideas verdaderas son connaturales a mi razón, y por tanto por el mero hecho de usarla, van a surgir en mi entendimiento.

 


 

La concepción del alma en la antigua Grecia

 

El alma se concibe a veces como un soplo, aliento o hálito, equivalente a la respiración. Cuando falta tal aliento, el individuo muere.

 

Otras veces se la concibe como una especia de fuego. Al morir el individuo, este fuego, que es el calor vital, se apaga.

 

A veces se la concibe como una sombra presentida o, de algún modo, entrevista durante el sueño.

 


 

 

 

 

En los dos primeros casos el alma es más bien un principio de vida; en el último caso no pasa de ser una sombra o simulacro. Que el alma sea un principio vital es una observación de tipo naturalista y su uso como tal es más restringido que la concepción religiosa del alma, a saber, un espíritu. Y es que una cosa es entender el alma como el principio formalizador del cuerpo (principio vital) y otra como una realidad independiente y sometida a un destino (principio espiritual). La idea de principio vital se mantiene en los adjetivos animado/inanimado y en el sustantivo latino animal, ser que tiene vida o está dotado de anima. Posiblemente sea la primera concepción -como aliento, exhalación o soplo- la más común, como resultaría de comprobar el significado originario de los términos para designar al alma: pneûma en griego, animus y anima en latín que significan todos ellos, de un modo u otro, aliento, aunque más tarde se adquieran el significado de un cierto principio o realidad distintos del cuerpo. Como ejemplo, un pasaje del canto XI de la Odisea, conocido como la evocación de los muertos, donde la sombra de Elpenor, uno de los guerreros aqueos que acompañaba a Ulises en su expedición, le cuenta como perdió accidentalmente la vida en el palacio de Circe:Laertíada, casta de Zeus, ingenioso Ulises, me dañó el desamor de algún dios y el exceso de vino. Me dormí en el tejado de la Casa de Circe; olvidándolo, en lugar de bajar la escalera, me eché hacia adelante y caí desde el techo y rompí en el suelo las vértebras de mi cuello, y mi aliento bajó a la morada del Hades.

 

Con la muerte de Elpenor, su psiqué vuela hacia al reino de los muertos, el Hades, quedando prisionera en ese mundo y adoptando la forma de una imagen o sombra. En concreto, el término más frecuentemente empleado para este contexto es el eidolon. La sombra homérica pues, ella esencialmente, carece de facultades fundamentales del espíritu humano, como son el entendimiento, la voluntad y la sensibilidad. Aunque esto puede resultar extraño en primera instancia, lo cierto es que la existencia de la psiqué de quien ha muerto permanece en el Hades totalmente desprovista de conciencia propia, lo cual sólo se vuelve comprensible asumiendo la premisa de que la actividad espiritual del hombre, en Homero, se consuma únicamente durante la vida de este, es decir, mientras el alma se encuentra unida a su cuerpo. Desde esta perspectiva se hace ostensible la distancia existente entre nuestro concepto de espíritu y la psiqué homérica, distinción enfáticamente señalada por Edwin Rohde en su obra Psiqué: “Lejos de poder atribuir a la psiqué las cualidades propias del “espíritu”, cabe más bien hablar de una antítesis entre el espíritu y la psiqué”.

 


 


 

La Creencia del El Alma en el Budismo
En occidente existen diferentes religiones en cada región, donde a pesar de poseer características distintas tienen en común una creencia, la existencia del alma. El alma representa la gota de vida que diferencia a los seres humanos de los demás objetos y animales del planeta, esta permanece después de la muerte, el cuerpo se desgasta mientras el alma da paso a una vida en la eternidad, pero en las culturas occidentales la situación cambia. El hinduismo y el budismo cree en la reencarnación, sin embargo, son los budistas quienes no creen en el alma dentro de cada persona.

 



 


 

El alma para la iglesia católica

 

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.

 


 

El siguiente diagrama presenta estas tres partes, con el cuerpo como la parte externa y que se puede ver, el alma como la parte interior, y nuestro espíritu como la parte más profunda y escondida.


 



 

Tres partes con distintos propósitos

 

Nuestro cuerpo, por medio de sus cinco sentidos tiene contacto con las cosas del mundo material que se ven y se pueden tocar. El cuerpo es la parte más externa y visible de nuestro ser, y es por el cuerpo que existimos y experimentamos las cosas de la esfera física. Sin embargo, somos más que un cuerpo físico.

 

Aunque nuestra alma es invisible, es tan real como nuestro cuerpo. Es por nuestra alma que experimentamos las cosas de la esfera psicológica. De hecho, en la Biblia, la palabra griega para alma es psujé, que es también la raíz de psicología. Nuestra alma se compone de la mente, la cual nos permite hacer cosas como pensar, razonar, considerar, recordar e imaginar; de nuestras emociones las cuales nos permiten tener sentimientos como la felicidad, el dolor, la ira, el alivio y la compasión; y de nuestra voluntad, la cual nos permite escoger y tomar decisiones. Nuestra mente, emoción y voluntad constituye nuestra alma, la cual es nuestra personalidad, es decir, quienes somos por dentro.

 

Sin embargo, somos más que un simple cuerpo con un alma dentro de nosotros. Tenemos una parte que es mucho más profunda que nuestra alma: nuestro espíritu, el cual es la parte más profunda y escondida de nuestro ser. Es mediante nuestro espíritu que tenemos contacto con la esfera espiritual. Ninguna otra criatura fue creada con esta tercera parte: el espíritu. Es por el espíritu que Dios puede ser real para nosotros y que lo podemos contactar, recibir, contener y tener comunión con Él.

 


 

La razón por la cual tenemos un espíritu

 

Dios nos creó con un espíritu debido a que Él quiere conocernos, es decir, tener una relación con nosotros e incluso vivir en nuestro ser.

 

No solamente nuestro espíritu fue creado para Dios, sino que también tiene la capacidad de contactar, recibir y adorar a Dios. Tal y como Juan 4:24 dice:

 

“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren”.

 

Juan 3:6 nos dice que nacemos del Espíritu en nuestro espíritu. Después de haber nacido de Dios, seguimos contactando y adorándolo por medio de nuestro espíritu.

 


 

El propósito de Dios para estas tres partes

 

El deseo de Dios para nosotros es que nosotros los seres humanos con estas tres partes seamos vasos para contenerlo y expresarlo. Como hemos visto, el propósito de Dios es entrar en nuestro espíritu y llenarlo consigo mismo. Cuando creemos en Jesucristo, Él viene a vivir en nosotros como nuestra nueva vida. Él está en nuestro espíritu como una nueva Persona dentro de nosotros a fin de que Él sea expresado en todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Todo esto sucede cuando le recibimos en nuestro espíritu y somos regenerados, o nacidos de nuevo.

 

En el pasado, antes de que Cristo entrara en nosotros como la nueva vida en nuestro espíritu, nuestra alma era la parte principal. La mayoría del tiempo hacíamos todo por lo que nuestra alma pensaba y deseaba. Tomábamos decisiones con nuestra alma basándonos en nuestros pensamientos y consideraciones, nuestros sentimientos y nuestro propio discernimiento. Sin importar si llevábamos una buena vida o una mala, una vida moral o inmoral, vivíamos una vida en el alma.

 

No obstante, el deseo de Dios es que una vez que fuimos salvos, con una vida nueva y con Cristo como nuestra nueva persona viviendo en nosotros, nuestro espíritu sea la parte principal de nuestro ser y no nuestra alma. Cuando vivimos por nuestro espíritu, nuestra alma comienza a expresar la vida de Dios en vez de expresar la nuestra.

 

Cada día e incluso cada momento, tenemos que tomar una decisión. Podemos vivir por la vida vieja independiente de nuestra alma, o podemos vivir por Cristo como nuestra nueva vida y Persona en nuestro espíritu. Podemos escoger que el espíritu sea nuestra parte principal, usar nuestra voluntad para volver la mente al espíritu e ingerir la Palabra viva de Dios, permitir que nuestras emociones se despierten y sean avivadas para amar a Dios, y presentar nuestro cuerpo para vivir una vida humana apropiada.

 

La intención de Dios al darnos tres partes: espíritu, alma y cuerpo, es para que seamos vasos para contenerle y expresarle. Al escoger andar por el espíritu el cual es nuestra tercera parte, el alma e incluso nuestro cuerpo funcionarán juntos para cumplir el propósito de Dios.


 


 



 

 

 





 
El alma y la muerte en la cultura náhuatl de México.


 

En las creencias de los mexicas, ya se contemplaba una continuación después de la muerte, en donde el alma tenía que seguir una misión y el cuerpo debía retornar a al lugar que le otorgó la oportunidad de vivir en la tierra.

 


 


 

En México, las ceremonias rituales dedicadas a los muertos se practican, desde antes de la llegada de los españoles a tierras mesoamericanas, el culto data por lo menos desde 1800 antes de nuestra era.

 

Al morir se aseguraba la vida sobre la tierra y se contribuía al equilibrio en el universo, para ellos, la vida y la muerte forman un círculo siendo el antecedente uno del otro, formando un culto o prácticas religiosas, en donde encontraban un claro sentido último de vida.

 

Dentro de la cosmogonía de las culturas del centro de México, se encontraban las fiestas para la celebración de los muertos. La muerte fue, para muchos de los pueblos mesoamericanos, de gran importancia dentro de su sistema de creencias.

 

Al respecto algunas fuentes como Fray Durán, Torquemada, Sahagún y Krickeberg, señalan que en el calendario mexica el cual constaba de 18 meses, los meses noveno y décimo denominados Tlaxochimaco y Xocolhuetzi respectivamente, estaban dedicados a la celebración del día de los muertos chiquitos, el primero y de los grandes, el último.

 

Jurado y Camacho en su tesis sobre el Xantolo, nos dicen que son ocho los meses en el calendario azteca que estaban relacionados con festividades en honor a los muertos, estos meses eran el quinto, llamado Toxcatl; El noveno llamado Tlaxochimaco o Miccailhuitzintli que así se denominaba entre los tlaxcaltecas y otros grupos; el décimo mes llamado Xocolhuetzin o según Torquemada, también recibía el nombre de Hueymiccailhuitl entre los tlaxcaltecas; el onceavo mes denominado Ochpaniztli; el siguiente llamado Teotleco; el treceavo mes recibía el nombre de Tepeilhuitl donde las fiestas estaban dedicadas a las personas ahogadas; Quecholli era el mes que se festejaba a los dioses del “infierno”, en estas fiestas hay referencias de rituales sobre los sepulcros.

 


 

Cabe mencionar que esta festividad coincide en fecha con la de Todos Santos y los Fieles Difuntos del calendario cristiano. Por último, está el mes de Panquetzaliztli el cual coincidía con el solsticio de invierno.

 

Entre los antiguos mexicanos se creía que la vida de todo hombre estaba constituida por tres fluidos vitales: el Tonalli localizado en la cabeza; el Ihiyotl, asentado en el hígado; y el Teyolía, cuyo centro era el corazón. Cuando la muerte acontecía, estos tres elementos se separaban. Entonces, el Teyolía o alma, tenía la posibilidad de ir a dos regiones, localizadas más allá del mundo real, en atención a la forma en que se había muerto o al grupo social de pertenencia.

 

En ésta cultura la manera de morir era el indicativo del destino que de deparaba al alma, la cual transitaría en lugares determinados según los dioses.

 

TONÁTIUH ILHUÍCAC

 

Llamado también Omeyocan, era el lugar donde habitaba el sol, y su casa era grande como el espacio en el que se mueve, desde la aurora hasta el crepúsculo.

 

El sol se consideraba un guerrero que liberaba cada día una batalla, para los mexicas, perder la vida en la guerra era la mejor forma de morir y éste era su cielo. A este lugar también iban las mujeres muertas en parto, puesto que se consideraba que habían perdido la vida librando una batalla. A las guerreras, se les enterraba en el patio del palacio, para que acompañaran al sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también alegría ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras.

 

Los mexicas creían que éstos privilegiados acompañantes del Sol, a los cuatro años de haber muerto se convertían o reencarnaban en inmortales aves preciosas y se alimentaban con el néctar de las flores en los jardines del Tonatiuhichan (Casa del Sol), y que podían descender a la tierra.

 

TLALOCAN, (el paraíso terrenal de los aztecas)

 

El Tlalocan, es el espacio de los tlaloques o ayudantes de Tlaloc, el dios de la lluvia, es un lugar, lleno de alegrías, sin penas, en donde nunca faltaban las mazorcas de maíz, las calabazas, chiles verdes, jitomates, frijoles y flores, lleno de vegetación, animales e insectos pequeños parecido a un paraíso terrenal.

 

Iban quienes morían por alguna situación relacionada con el agua, como los ahogados, o los que padecieron una enfermedad de acumulación de líquidos, o quienes morían al ser alcanzados por un rayo o víctimas de la lepra, o hidrópicos o sarnosos, o a causa de cualquier enfermedad de las que se consideraban relacionadas con las divinidades del agua.

 

EL CHICHIHUACUAUHCO, (el lugar para los niños muertos)

 

El Chichihuacuauhco era un espacio para los niños que no habían vivido una existencia entera, con una edad menor al primer año. En éste lugar nacen árboles nodrizas, con senos maternos como frutos, de los que brota leche, aquí es en donde los pequeños esperaban volver a la tierra cuando se destruyera la raza que la habitaba.

 

MICTLAN (inframundo de los aztecas)

 

A éste mundo, llegaban todas aquellas personas que habían muerto de manera diferente a las dos descritas anteriormente, por ejemplo, los que fallecían por muerte común o por causa de un accidente, lo que indicaba que no habían sido elegidos de una manera especial por los dioses.

 

El Mictlán, era un lugar oscuro, denso, bajo, en donde las almas deben realizar pruebas para poder resurgir, éste lugar funge como matriz regeneradora, que para llegar a ella se debe cruzar un camino compuesto por nueve casas o dimensiones, que corresponden a los estratos del inframundo.

 

“Era además un lugar que presentaba difíciles pruebas a lo largo de las nueve dimensiones que durante cuatro años había que pasar, antes de ser recibidos por la diosa Mictecacíhuatl y el dios Mictlantecuhtli, los señores de la tierra de los muertos (la otra cara “Omecihuatl, y” Ometecuhtli señores de la dualidad) y terminara la disolución total de su ser”.

 

“Parece ser que Mictlantecuhtli era un devorador insaciable de carne y sangre humanas. Destruía y construía por lo que era un dios completo de dos caras que se complementaba en un eterno ciclo de vida y muerte”.

 

La primera de las dimensiones es llamada Apanohuaia o Itzcuintlan, la segunda es Tepectli Monamictlan, la tercera Iztepetl, una cuarta casa es la Izteecayan, la quinta casa llamada Paniecatacoyan, la casa Timiminaloayan, la séptima casa Teocoyocuallosa, la octava Izmictlan Apochcalolca, y la novena casa Chicunamictlan.

 

Ritos funerarios

 

Los mexicas tenían dos tipos de ritos funerarios: la cremación y el entierro. Los muertos comunes se incineraban. Se les envolvía con telas en posición fetal y se les ponía una máscara. Las cenizas se guardaban en una urna y se les ponía un trozo de jade, como un símbolo de la vida. El entierro estaba destinado a los altos funcionarios y a los soberanos. Se les ajuareaba lujosamente con joyas y máscaras funerarias y en la boca se depositaba una piedra de chalchihuite que reemplazaba al corazón verdadero.

 

Las obras de la producción material de las divinidades prehispánicas revelan la existencia milenaria de una profunda preocupación por la muerte. Los registros arqueológicos más antiguos muestran que el universo imaginario de los muertos seguía pautas ordenadoras desde los inicios de la civilización mesoamericana. En las sociedades de mesoamérica los conceptos de la muerte debieron ser indispensables, la subsistencia de los cuerpos sociales dependía de la muerte misma y de su imposición a otros grupos a través de la guerra.

 

El simple acto de morir fue motivo de creación artística. El ritual de los primeros tiempos ha sido olvidado, junto con su música y su danza; pero quedaron los objetos materiales resistentes, las ofrendas que acompañaban a los muertos con fines utilitarios: vasos, ollas, vertederas, cazuelas han sido encontradas en los entierros.

 

Ofrendas

 

Con estilos propios estas culturas dedicaron talentos artísticos para cubrir necesidades ideales postreras: el ajuar que los muertos requerían para su estancia en el sitio del universo que les correspondía iba de acuerdo a las jerarquías, ocupaciones, formas de morir, etc., lo que produjo gran variedad de objetos.

 

Las ofrendas más antiguas así lo sugieren, no debió existir un dios de la muerte al que se pudiera distinguir por la repetición iconográfica de sus atributos; aunque la presencia de seres descarnados demuestra que no fueron pocos los esfuerzos invertidos para responder metafísicamente al hecho de morir. Lápidas y figurillas, cuyo significado cabal se ha escapado, son los testimonios mudos de aquellos afanes.

 

Durante el periodo clásico, hacia el primer milenio de nuestra era, las representaciones de cráneos esculpidos como el marcador de piedra teotihuacano, indican que la muerte fue pensada como símbolo de espacio y de tiempo: punto de ubicación de los rumbos del universo y signo calendárico, quizá señaló el extremo limítrofe del cosmos.

 

Las necrópolis mayas y sus monumentos funerarios relacionan a la muerte con el poder político. La tumba de Palenque y las figurillas de corte naturalista de jaina implican una muerte desigual: los poderosos se ligaban a las fuerzas cósmicas hasta con el acto de morir; la justificación de sus actos en vida no daba márgenes en la duda; debían ser obedecidos, adorados y conmemorados como partes del engranaje metafísico.

 

El periodo posclásico dejó huellas objetuales más considerables. Dioses y Diosas descarnados, abundantes en piedra, barro y pinturas, indican un pensamiento que no escondía de la muerte útil. Los sacrificios humanos eran tan importantes a la religión como a la economía; la muerte y sus símbolos se multiplicaron como señales inequívocas de ser parte terrible de la vida productiva.

 

De acuerdo a la leyenda de los soles y la creación del hombre, los seres humanos actuales fueron hechos de los despojos de los muertos en etapas anteriores. Quetzalcóatl, dios celeste, bajó al Mictlán, inframundo habitado por el dios descarnado Mictlantecutli, para buscar los “huesos preciosos”. Luego de molerlo, Quetzalcóatl se sangró junto con varios dioses; nació el hombre, por cuyos sacrificios vivirían las divinidades. La teogonía india no sólo explicaba el origen del universo y del hombre, sino que regía las conductas humanas en todo momento.

 

El agua era elemento nodal en las culturas mesoamericanas se utilizaba en los ritos del nacimiento, muerte fecundidad, supervivencia; el líquido era vehículo propiciatorio. El inicio y el final de la vida humana se sellaba con agua. Hacía resplandecer el corazón al nacer; purificaba y fluía, sustentaba y apoyaba al hombre. En la muerte lo despedía. El cuerpo se incineraba, pero el alma, la otra parte de la naturaleza humana, viajaba al sitio final, límite del cosmos y espacio de la divinidad.

 

De acuerdo a la manera de morir el alma encontraba su destino: al Tlalocan, paraíso del dios de la lluvia, se dirigían los ahogados, hidrópicos y los ofrecidos al dios; acompañaban al sol Huitzilopochtli las mujeres muertas en parto y los guerreros caídos en la batalla o en la piedra del sacrificio; al Mictlán, lugar común de los descarnados, iban quienes fallecían por cualquier otra causa.

 

El viaje al Mictlán era largo: cruzaba un río, atravesaban dos cerros que chocaban entre sí y luego el camino de la culebra, el de la lagartija verde, los ocho páramos, los ocho collados, el lugar del viento de navajas de obsidiana y el río Chiconauapan, hasta llegar al noveno nivel del inframundo, el Mictlán. Un perro guiaba el alma del muerto, al cabo de unos años, el alma, como el recuerdo de los vivos, se disolvía.

 

La muerte era parte del cosmos sin cargas morales. Simplemente era. Su representación estaba obligada en cualquier acto trascendente de la vida individual y social, no sólo durante las ceremonias a los dioses o en los deberes para con los difuntos.


 

 

 


 

¿Cuál es la concepción del alma en la actualidad?

 

Hoy en día, los defensores de la existencia del alma no niegan que el cerebro influya en ella. No obstante, en su opinión, el alma puede realizar sus propios procesos, sin ninguna ayuda por parte del cerebro. De hecho, el alma puede separarse del cerebro. Cuando alguien muere, su alma «se separa» y su continuada existencia ininterrumpida garantiza que la vida mental del individuo permanezca ininterrumpida. Por ejemplo, después de la muerte puedes aún sentir alegría al reunirte con tus seres queridos en el cielo, mientras que tu cerebro permanece inactivo y se descompone en tu ataúd.

 

Aun así, la mayor carga de prueba para la existencia del alma, es la creencia misma.

 

Dos científicos de renombre internacional han efectuado una serie de experimentos asegurando que pueden probar la existencia del alma. El médico estadounidense, Dr. Stuart Hamerroff y el físico británico Sir Roger Penrose quien desarrolló una teoría cuántica de la conciencia, que establece que nuestras almas están contenidas dentro de estructuras llamadas microtúbulos, que viven dentro de nuestras células cerebrales.

 


 

La idea nace de la comprensión de que el cerebro es una computadora biológica, con 100 billones de neuronas cuyas conexiones sinápticas actúan como redes de información. El Dr. Hameroff, quien es profesor emérito en el Departamento de Anestesiología y Psicología y Director del Centro de los estudios de conciencia de la Universidad de Arizona, y Sir Roger han estado trabajando en la teoría desde 1996. Argumentan que nuestras experiencias de conciencia son el resultado de los efectos de la gravedad cuántica en los microtúbulos, es un proceso al que llaman reducción objetiva orquestada (Orch-OR).

 

En una experiencia cercana a la muerte, los microtúbulos pierden su estado cuántico, pero la información dentro de ellos no se destruye. O en términos comprensibles, el alma no muere, sino que vuelve al universo.

 

En los años 40, el Dr. R.A. Watters, físico, director de la Fundación William Bernard Johnston Biofísica de Investigación que tenía su sede en Reno (Nevada-EE.UU.) lanzó e intentó probar una interesante teoría: el alma, ya fuera humana o animal, sería algo parecido a una energía que se situaría en un espacio intra-atómico, concretamente «entre los átomos de las células». A esta teoría se la llamó hipótesis atómica del alma.


 


 


 

 

 

Para probar su teoría inició una serie de experimentos con animales (insectos, ranas y pequeños roedores) y un artefacto llamado «cámara de Wilson». A la cámara de Wilson se le llama también cámara de niebla. Se utiliza para la detección de partículas con radiación ionizante. Se crea un entorno cerrado que contenga vapor de agua que se ha enfriado y saturado al máximo. Si una partícula energética tiene una interacción con ese vapor, sigue un proceso que resulta en una niebla, las trazas del paso de las partículas son diferentes según del tipo que sea ésta. La idea de Watters era que el alma humana o animal, como energía, dejaría una traza si la muerte del sujeto se producía en el interior de una cámara de Wilson.

 


 

 

 

 

Watters depositó pequeños animales gaseados con éter dentro de una cámara de Wilson sellada y fotografió el momento de su fallecimiento. Según afirmaba se veían unas trazas que se formaban al lado del cuerpo que tomaban una forma parecida a la del animal muerto. Según él llegaban a durar hasta 8 horas. Estas trazas, al parecer, no se veían cuando el animal no moría en la cámara. Para el Dr. Watters con este experimento se demostró que existe un cuerpo inmaterial que abandona el cuerpo físico en el momento de la muerte.

 

.

 

 

 

 

Sus detractores no tardaron en revelar sus fallos. Unos afirmaron, tras hacer el mismo experimento, que no se observaba nada, otros que posiblemente el proceso o la cámara tenían algún fallo y los más, que para reconocer como formas lo que se veía en las fotografías se necesitaba mucha imaginación.

 

Los experimentos del Dr. Watters se echaron por tierra y las fotos que quedan se conservan en los archivos de la Sociedad para la Investigación Psíquica de Cambridge.

 


 

Conclusión

 

La existencia del alma conlleva diversas dificultades lógicas. Desde mi punto de vista subjetivo, cada individuo puede adquirir la idea que le sea más compatible a sus creencias.

 

La reunión de estas hipótesis no pretende ganar un debate acerca de este tema, sino más bien, brindar a mis lectores un conocimiento más amplio para una adquisición de verdad relativa.

 


 


 


 


Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO